Se recogen en este volumen una serie de trabajos —alguno inédito y todos reelaborados en algún detalle—, en los que, desde ángulos y enfoques distintos, la esencial preocupación temática ha sido tratar de comprender de dónde viene la peculiar actitud política del hombre moderno, la cual se plasma y expresa no sólo como pensamiento y como orden, sino también como resistencia, crisis y revolución. Mirando al. pasado, pudieran presentarse estos estudios como un intento de recapitular la, génesis intelectual del Estado moderno y de su específica legitimidad; como un intento de explorar. la conciencia humanista del hombre moderno que se resuelve y pugna con ese Estado, le da su razón y lo socava con su revolución. Es la dialéctica misma del orden político moderno. Pero mirando desde el presente y en devenir, la autocrítica más leve me hace ver ahora que la aquí llamada Modernidad es quizá bien poco «moderna»; objeción grave que, ya que no solventarse, pudiera paliarse en algo por estas lineas a guisa de prólogo.
En estricta síntesis cabría decir que estos trabajos fueron devanándose uno sobre otro en torno a la preocupación del autor por llegar al transfondo espiritual y a la dinámica real por los que emerge el Estado moderno como una realidad nueva, con la que hace crisis definitivo. va la hoy llamada sociedad tradicional. El método, si lo hay, consiste en aproximar las contraposiciones y divergencias entre los dos «mundos históricos» para llegar a ver el sistema moderno de poder y de libertad en «status nascendi», cuando todavía sus potencialidades y estructuras están meramente incomodas o son meros gérmenes mentales, pero portadores de una energía irresistible que les garantizaba el señorío sobre el futuro. Por tal modo, desvelando las ideas y las formas en su génesis —en su genealogía, este es un término del que he abusado—, parece más asequible el entender su rumbo y su sino cuando ya en la plenitud del Estado, en cuanto que sustantividad política, se articulen las tensiones ideológicas, las soluciones institucionales y los procesos revolucionarios peculiares del mundo moderno. Pero para atender a tal método lo esencial es que, a poco que se profundice en el asunto, se cae en cuenta de que la autonomía de la política —que con la exégesis de la obra de Maquiavelo pasa por ser su verdadera impronta moderna— es mucho más traslaticia que espontánea; quiere decirse que la política moderna —y en el centro de ella el. Estado— se configura en sus estilos, estructuras y fines, por fuerza de la proyección sobre ella de. una. convulsión de ideas
y de una repercusión de fenómenos que están, a primera:
vista, allende por completo del. ámbito de lo estrictamente político. Lo cual entraña la necesidad o por lo menos la conveniencia de descender —o ascender— a esos otros planos de la realidad y del saber, si queremos dar con los motivos últimos de la conciencia política moderna, de sus formatos institucionales, de su dinámica real y de las crisis en secuela de la época.
Se recogen en este volumen una serie de trabajos —alguno inédito y todos reelaborados en algún detalle—, en los que, desde ángulos y enfoques distintos, la esencial preocupación temática ha sido tratar de comprender de dónde viene la peculiar actitud política del hombre moderno, la cual se plasma y expresa no sólo como pensamiento y como orden, sino también como resistencia, crisis y revolución. Mirando al. pasado, pudieran presentarse estos estudios como un intento de recapitular la, génesis intelectual del Estado moderno y de su específica legitimidad; como un intento de explorar. la conciencia humanista del hombre moderno que se resuelve y pugna con ese Estado, le da su razón y lo socava con su revolución. Es la dialéctica misma del orden político moderno. Pero mirando desde el presente y en devenir, la autocrítica más leve me hace ver ahora que la aquí llamada Modernidad es quizá bien poco «moderna»; objeción grave que, ya que no solventarse, pudiera paliarse en algo por estas lineas a guisa de prólogo.
En estricta síntesis cabría decir que estos trabajos fueron devanándose uno sobre otro en torno a la preocupación del autor por llegar al transfondo espiritual y a la dinámica real por los que emerge el Estado moderno como una realidad nueva, con la que hace crisis definitivo. va la hoy llamada sociedad tradicional. El método, si lo hay, consiste en aproximar las contraposiciones y divergencias entre los dos «mundos históricos» para llegar a ver el sistema moderno de poder y de libertad en «status nascendi», cuando todavía sus potencialidades y estructuras están meramente incomodas o son meros gérmenes mentales, pero portadores de una energía irresistible que les garantizaba el señorío sobre el futuro. Por tal modo, desvelando las ideas y las formas en su génesis —en su genealogía, este es un término del que he abusado—, parece más asequible el entender su rumbo y su sino cuando ya en la plenitud del Estado, en cuanto que sustantividad política, se articulen las tensiones ideológicas, las soluciones institucionales y los procesos revolucionarios peculiares del mundo moderno. Pero para atender a tal método lo esencial es que, a poco que se profundice en el asunto, se cae en cuenta de que la autonomía de la política —que con la exégesis de la obra de Maquiavelo pasa por ser su verdadera impronta moderna— es mucho más traslaticia que espontánea; quiere decirse que la política moderna —y en el centro de ella el. Estado— se configura en sus estilos, estructuras y fines, por fuerza de la proyección sobre ella de. una. convulsión de ideas
y de una repercusión de fenómenos que están, a primera:
vista, allende por completo del. ámbito de lo estrictamente político. Lo cual entraña la necesidad o por lo menos la conveniencia de descender —o ascender— a esos otros planos de la realidad y del saber, si queremos dar con los motivos últimos de la conciencia política moderna, de sus formatos institucionales, de su dinámica real y de las crisis en secuela de la época.